La pérdida o desperdicio de alimentos es un problema muy importante, que contrasta con la gran cantidad de personas en el mundo que padecen malnutrición, tiene repercusiones graves sobre el medioambiente y además supone un perjuicio económico enorme para productores y distribuidores.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos producidos en el planeta se desperdician, ya sea durante la cadena de suministro (un 14% se pierde en el camino entre la cosecha y la venta al por menor) o en los comercios minoristas y los hogares.
España desperdicia cada año 7,7 millones de toneladas de comida. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, un 39% del total se pierde en la industria, y un 42% la tiramos a la basura en nuestras casas. Los datos del ministerio indican que, en 2019, los hogares españoles desperdiciaron 1.352 millones de kg de comida y bebida, 1.146 millones de los cuales correspondían a productos sin elaborar.
La FAO diferencia entre desperdicio y pérdida de alimentos:
- El desperdicio se refiere a la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los minoristas, proveedores de servicios alimentarios y consumidores.
- La pérdida es la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los proveedores en la cadena alimentaria, excluyendo a los minoristas, proveedores de servicios de alimentos y consumidores.
La concienciación sobre la pérdida y el desperdicio alimentario es cada vez mayor, tanto por parte de la industria como de los consumidores; sin embargo, se continúa desechando alimentos por criterios estéticos y comerciales, o porque han superado la fecha de caducidad.
En los países industrializados, el margen de mejora es muy amplio, sobre todo respecto al desperdicio alimentario, la parte que depende especialmente de minoristas y consumidores. Sin embargo, también es necesario optimizar la cadena de suministro para minimizar al máximo la pérdida de alimentos que se produce en el trayecto entre la producción y la venta.
La importancia de la cadena del frío
Cuando hablamos de productos perecederos, uno de los elementos clave en la preservación de la calidad y su correcta conservación es la cadena del frío. Los alimentos deben refrigerarse a la temperatura adecuada desde el primer eslabón de la cadena, el centro productor, y mantenerla invariable hasta que llegan a manos del consumidor. La rotura de la cadena del frío es una de las principales causas de la pérdida alimentaria.
Para evitarla, los proveedores de servicios logísticos deben aprovechar los beneficios que ofrecen las nuevas tecnologías. Herramientas como la trazabilidad, la automatización de almacenes, o los sistemas de control de calidad en tiempo real garantizan la seguridad alimentaria y no solo actúan contra el desperdicio de comida, sino que evitan pérdidas económicas.
En el Grupo Carbó Collbatallé acumulamos más de cuatro décadas en la industria alimentaria. La combinación de la experiencia con la apuesta por la innovación nos permite ofrecer un servicio logístico global, que incluye el almacenamiento, la preparación y la distribución por carretera de los productos a temperatura controlada. Las innovaciones tecnológicas están presentes en todos nuestros procesos, cosa que repercute en la eficacia del servicio, en la preservación de la calidad de los alimentos y en una actividad más respetuosa con el medioambiente.